lunes, 13 de agosto de 2007

Teoría sobre los personajes

Previo

Una de las principales razones por las cuales escribimos ficción es para representar la vida. Podemos volver al dilema que pregunta: ¿existe el sonido de la caída de un árbol en un bosque desierto? La respuesta sería que sin el receptor no hay estímulo, así que no podemos representar la vida sino hablamos de los hombres, los personajes (ejemplo Animal farm). De esta manera, podríamos afirmar que la tarea del escritor es representar y esclarecer el pasado, las acciones de los hombres, por lo tanto, aunque sea para criticarlos, escribir requiere una fascinación sostenida por el cotilleo que rodea a las personas, esas masas de palabras que pueden venir de dos fuentes, los libros o la vida.
Vargas Llosa comenta que tal vez los personajes que más nos interesen sean aquellos que se refieren a una disidencia con la realidad.

Reflexiones humanas

Las siguientes son algunas reflexiones que, evidentemente, no pueden ser un atajo para la comprensión (por parcial, subjetiva o aproximada que sea) del género humano, pero una vez revisados los libros las he considerado de suficiente universalidad para compartirlas.

El relato tiene una particularidad frente a la vida. En la cotidianidad nunca nos entendemos, no existe la clarividencia ni la sinceridad total. Nos conocemos por aproximación, por signos externos, pero en el relato tenemos la oportunidad de mostrar la vida interna de los personajes. Los personajes son gente cuya vida secreta es visible o puede serlo. Los relatos nos hablan entonces de una vida humana más comprensible y, por tanto, más manejable.

Para realizar bien este trabajo, sólo es necesario un requisito: debemos ser capaces de entender a las otras personas y estar fascinados por ellas. Me gusta mucho el concepto de la piedad: colocarse en el lugar del otro.

Por la naturaleza de nuestra mortalidad tiende a importarnos lo que conocemos y lo que podríamos posiblemente perder.

A los escritores les preocupan todas las posibilidades de la naturaleza humana. Por eso debemos dejar de lado los prejuicios para escribir sobre, digamos, homosexuales, violadores, cualquier tipo de desviado, porque no es una cuestión de moralidad sino de la condición humana, de esas posibilidades y la vida es cómica, dramática, irónica, trágica.

El ser humano no es totalmente listo, astuto, tiene tendencia a caer en trampas que son tendidas por otros seres humanos. A veces el triunfo estaría no en evitar la trampa (que podría ser imposible) sino en la asimilación de ese desliz.

Robados de su capacidad para pelear por las cosas que aspiran y evitar aquellas que temen los seres humanos no tienen más que un interés sentimental y científico.

Para una guía más cruda, Forster señala que los principales hechos de la vida humana son cinco: el nacimiento, la comida, el sueño, el amor y la muerte. Aunque el autor hace algunas consideraciones sobre cada uno de estos actos, me voy a referir a unas líneas que dedica al amor: El amor, por su dualidad, es interesante: el hombre cuando ama trata de conseguir algo y, paralelamente, de dar algo.

Tipos de personajes

Hay clasificaciones: tendríamos los personajes principales que son aquellos sobre cuyos conflictos nos detenemos y personajes secundarios, los cuales podemos simplemente nombrar o referir en cualquiera de las etapas de la trama, como por ejemplo, los antecedentes. Es cuestión de visión de autor el saber la importancia de los personajes, pero si no se distrae uno de la historia, es casi imposible confundirse.

Más importante aún es la clasificación que depende de su dimensión interior. Aquí tendríamos personajes planos y redondos.
Los personajes planos se construyen sobre una sola idea o cualidad. Mientras los personajes redondos son más complejos, porque tienen contradicciones, su comportamiento no es necesariamente causal sino consistente con el sistema de motivos que se le ha creado.

La ficción no se sustenta sólo de personajes redondos sino del equilibrio entre ambos tipos y no por su complejidad emocional dan mayor tono los personajes redondos porque en ocasiones es sólo en interacción con los planos como logran el desarrollo deseado. Los personajes no pueden crecer libremente, tienden a limitarse entre sí.

Para dar vida a los personajes

Los personajes se crean en parte como un armado de hechos, incluyendo las acciones, en parte por asociación simbólica; no son reales por parecerse a nosotros sino por ser convincentes. Aquí aplica la idea que hemos repasado acerca de las pruebas, momento a momento justificamos, de manera sutil, el comportamiento del personaje. La exploración de las posibilidades humanes abre un camino para la particularización del relato, para mostrar que nuestra mirada ha descubierto alguna relación obviada hasta el momento.

Se deben presentar, momento a momento, imágenes concretas dibujadas a partir de una cuidadosa observación de cómo se comporta la gente, y la conexión entre los momentos, los gestos precisos, las expresiones faciales, o giros del lenguaje que, dentro de cualquier escena, mueve a un ser humano de emoción a emoción, desde un momento determinado al siguiente.

Debemos mostrar las motivaciones principales de los personajes, mostrarlas no meramente nombrarlas. ¿Qué es el personaje sino la determinación del incidente? ¿Qué es el incidente sino la ilustración del personaje? Por eso hemos hecho tanto énfasis en la "dramatización" en las tareas entregadas.

Cada personaje que entre en un relato debe ser presentado vívidamente, lo cual no conlleva una descripción detallada sino aquella que dé en el menor número de rasgos significativos la idea del personaje.

A veces lo que se hace es colocar a estos seres, los personajes en alguna clase de aprieto y ver cómo intentan salir. No es labor del escritor facilitarles el escape, simplemente descubrir las posibilidades, observarlas detenidamente. Una de las cosas a recordar es la idea de Gardner: cualquier verdadero suspenso proviene de la angustia de la elección moral.

La vida del relato es el personaje, de su humanidad nace la emoción capaz de lograr la conexión con el lector, sin embargo, no se puede olvidar que el relato tendrá seres humanos y fuerzas que no son seres humanos (escenarios, poderes místicos, accidentes): en el equilibrio de estos elementos está el poder de fascinación del texto.

Hay una relación entre los personajes y el punto de vista. Esto afecta lo que el narrador puede saber del resto de los personajes. Si el narrador está dentro de la historia y narra en primera persona, sólo tendrá acceso a su propia interioridad y deberá descifrar los comportamientos, actitudes y palabras de las demás personas, nunca podrá conocer a los demás de manera total (es imposible una línea que diga: Vi a Laura llorar, dentro de ella su tristeza era inmensa).

En el caso de la tercera persona, el narrador podría conocer internamente a todos sus personajes, pero debe controlar este poder para no terminar en titiritero y en ese caso ambiguo que mencionamos (el que utilizaría el "tú"), el narrador, por su mismo carácter fronterizo, podría conocer (o hacernos creer que conoce) interioridades de personajes diferentes a sí mismo.

En el caso de describir un personaje es difícil dar la impresión de algo que no sea el propio yo, pero hay que vivir con ello.

Para evitar matar a los personajes

La primera impresión de un escritor sobre sus personajes podría ser tan errónea como la de un lector que apenas lleva un par de líneas leídas, por eso debemos realizar todas las preguntas que necesitemos para conocer de manera profunda al ser imaginario.

Hay que evitar derroches de fe por parte del autor en los personajes. No se puede manipular a los personajes, forzarlos a hacer cosas que ellos no harían. Por razones de sinceridad, de respeto al intento de representación de la humanidad, hay que aprender a tratar a los personajes con justicia.

Hay que evitar el ventrilocuismo, es decir, utilizar personajes como simples marionetas de nuestros puntos de vista: hay que observar la historia. Estamos hablando de un pedazo de mundo, no de ingredientes separados.

Cualquier cambio que hace el escritor en los antecedentes y la experiencia de un personaje debe tener repercusiones sutiles, pero no por ello obviadas.

El error ya mencionado de un protagonista que no actúa es uno de los más comunes en la ficción de principiantes.


Los personajes no deben ser seres demasiado interpretativos del embrollo del destino, demasiado listos. Tienen que tener perplejidad, la tendencia humana a caer en trampas.

Perseguir estereotipos, plagar un texto de ellos es no ver la realidad. "el gordito simpático", la "niña malcriada", la "mujer fatal" no dice nada, son denominaciones tan abiertas que permiten un exceso de participación del lector que termina por mostrar flojera y poca generosidad por parte del autor.

La descripción física no debería ser un atajo a la personalidad. Con ello King trata de prevenir acerca de las temibles: "sus inteligentes ojos", "el suspicaz mohín de su boca", "una nariz de sabueso".

Diálogos

Los actos de la gente son más reveladores que lo que dicen, las palabras son traidoras: lo que dicen las personas suelen comunicar una imagen que a ellas se les pasa totalmente por alto.

No hay que engañarse, el "se es dueño de lo que se calla y esclavo de lo que se dice" es un principio sin modificaciones en la ficción.

Para aprender a escribir diálogos conviene hablar mucho y escuchar mucho; sobre todo escuchar, y fijarse en los acentos, los ritmos, los dialectos y la jerga de varios grupos. Es evidente que un diálogo en tono Control machete/Elvis Crespo será diferente de otro en tono Armando Manzanero. Y no es cuestión de juzgar ninguno de estos tonos como "mejor" (ya lo revisábamos al hablar del lenguaje), sólo que no se puede obviar la conexión entre lenguaje y personajes. El buen escritor ajusta el lenguaje al hablante y a la ocasión.

La mejor manera de atribuir diálogos es dijo. Hay que evitar, en lo posible, cuando se convierten en una especie de sinónimo forzado para evitar la monotonía los "refutó", "replicó", "afirmó", "soltó".

Punto de vista

Para aquellas personas que ponen mucho énfasis en la ironía que en ocasiones es pose y un desprecio aparentemente arraigado contra los personajes que representan, es importante recordar a Forster: tal vez odiemos lo humano, pero si se lo quitamos al relato, no nos quedará más que un puñado de palabras.

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